En el día gris, Joel se ajustaba el nudo de la corbata pensando no sólo en las varias deudas que le aquejaban constantemente si no en su reciente separación. El no poder ver ni abrazar a sus hijos con regularidad le partía el alma y encima el peso de la propia culpa por no intentar lo suficiente por salvar su matrimonio, lo frustraba con gran desespero.
En el día gris, Amalia pensaba que definitivamente no había nacido para ser ama de casa. Su pasión era el teatro, su profesión, estar frente al público, los aplausos, las risas. Amaba a su recién adquirido esposo pero la verdad es que no se veía limpiando trastes ni atendiendo críos.
Justo ese día el vehículo desenfrenado de Joel viró contra la moto de la nobel actriz de apenas 25 años…Joel lo único que escuchaba era el sonido de las ambulancias, todo era turbio, nada encajaba con el nudo de su corbata. No quería comer, no quería pensar y menos recordar. Las mariposas en su estómago revoloteaban pero esta vez no eran por unas largas piernas; era la presencia de la muerte a su lado…era la tragedia tan cerca de su piel, respirándole justo al oído…
Con alboroto las enfermeras entraron a la sala de cuidados intensivos y le dieron la noticia que le heló por segundos la sangre, Amalia, la actriz, la ignota chica de 25 años, había sobrevivido sin mayores secuelas que varias heridas que sanarían en pocos meses.
En el día gris, con las lágrimas en los ojos, con la piel erizada, con las piernas temblando; Joel finalmente entró en la capilla del Hospital Central Cristóbal Aguerre, y oró…lloró y oró.
Comprendió lo minúsculo de su ser dentro del gran Universo. Entendió que siempre se haría la voluntad de su Creador, ese día gris y los tantos soleados que le esperaban por descubrir.