¿A dónde te fuiste Venezuela?

Hoy te veo y ya no me reconozco en ti. Te desdibujaron y tú te perdiste en el abismo corrupto de quienes manejan los hilos del poder.

Te estoy llorando como nunca lo he hecho porque pareciera que a nadie le dueles. A muy pocos les importan los que sufren, los que mueren en tus calles violentas, los que están sumidos en una profunda pobreza económica e intelectual.
Te perdimos hace años. Pensábamos que estabas aún entre las urnas del voto, que detrás de tanta falsedad aún ahí estabas. Juré estar contigo en las buenas y en las malas porque te amo profundamente pero ya no estás.

Te fuiste Venezuela. Y ahora me toca a mí. Te amo y siempre te amaré. Moriré añorándote, extrañándote y anhelando lo que fuiste y jamás volverás a ser.

Paloma coquetea con la sonrisa

Paloma nació una soleada tarde caraqueña en el segundo mes del año. El sol acompañó su nacimiento a pesar de que febrero era un mes de frío en su natal Venezuela.

Ella siempre coqueteó con la sonrisa debido a su timidez que sabiamente disfrazaba con un férreo carácter que desde chica la hacía resaltar como la más fuerte de sus hermanos. Pero en lo profundo de su alma, en ese único lugar donde el yo se encuentra con su esencia, Paloma coqueteaba con la sonrisa.

Su vida externa, esa que mostraba con ajenos y mirones, transcurrió siempre en una absoluta y sutil simpleza, cargada de silencios vastos y miradas esquivas pero en la intimidad de los suyos, en la comodidad que el amor familiar siempre le brindaba, esbozaba su sonrisa coqueta y de medio lado capaz de derretir las posturas más inquebrantables que la rodeaban.

La hermosa Paloma emprendió su vuelo 57 años después de esa soleada tarde de febrero. Alto, se alzó entre nubes y montañas. Con su sonrisa coqueta, Paloma recibió a los ángeles que venían a acompañarle al sitio de Paz en el que siempre creyó. Mi querida Paloma, vuela en paz, feliz, coqueta y única, mi querida Paloma.    

Dedicado a Yaeroslat Cristina Manzo Díaz 

4 de Septiembre 

Ivanna sintió como algo salía de ella, no tenía la certeza de lo que fuera pero era un fenómeno que nunca había experimentado que le permitió observar aquella dinámica familiar en casa de los Martínez. 

La sonrisa del padre, la alegría de Mariana, su amiga de la infancia que ayudaba en la cocina a su madre, doña Felicia, famosa por sus guisos y buena sazón. 

Ivanna pocas veces había vivido esa sensación de felicidad familiar en lo propio, al decir verdad, desde que era niña no lo sentía, lo extrañaba y esa tarde en casa de su mejor amiga comprobó que lo anhelaba con el alma. 

Más tarde en su recámara, repasaba minuto a minuto esa felicidad familiar prestada. Lamentó profundamente su situación actual, echó de menos a su abuela Alicia y al abuelo Trémulo.

Con su ultimo aliento de Fe, decidió llamar a sus tíos aún vivos pero su alma ya estaba en el limbo, caminando en el vacío entre lo real y lo que no es. Era muy tarde para Ivanna. 

Milagros cotidianos

Solía a menudo orar por grandes peticiones con el propósito de que me sucedieran cosas realmente maravillosas y significativas. Cada mañana, mis conversaciones con Dios estaban repletas de deseos magnánimos, ambiciosos y generalmente egoístas. Ciertamente creo que todo deseo personal tiene un carácter egoísta.

Sin embargo, al final del día mi frustración era tan grande que mermaba en mi fe y en mi propia capacidad de establecer conexión con esa fuerza maravillosa y única del Creador. Mi ser racional se empecinaba en buscarle justificación a esas peticiones incumplidas. ¿Pero realmente eran incumplidas o simplemente se demoraban más de lo que yo quería que se cumpliesen?  Sigue leyendo

«El día que todo fue»

Pudo haber sido durante el caluroso enero en Argentina o el fresco octubre en Nueva York.

Sin dudas, se pudo presentar un lunes de comienzo de semana o durante la noche agitada de un viernes.

Era alta la probabilidad de que le pasara a cualquier vecino, a un amigo o a un total desconocido.

Pero le pasó a sí mismo, el tercer miércoles de ese inolvidable agosto en Bogotá. La peor y mejor lección de su vida. Con sus 50 años a cuestas, con las ganas de que la vida le restara tanto pesar.

¿Qué pasaría a partir de allí? ¿Qué le esperaba, si es que había algo que esperar? Sólo Dios lo sabía y él había adquirido el don de la paciencia. Le había perdido el gusto al impulso y a la emotividad. Ahora escuchaba con atención y reconocía su diminuta presencia frente al voluntarioso curso de la vida.

Hágase tu voluntad

En el día gris, Joel se ajustaba el nudo de la corbata pensando no sólo en las varias deudas que le aquejaban constantemente si no en su reciente separación. El no poder ver ni abrazar a sus hijos con regularidad le partía el alma y encima el peso de la propia culpa por no intentar lo suficiente por salvar su matrimonio, lo frustraba con gran desespero.

En el día gris, Amalia pensaba que definitivamente no había nacido para ser ama de casa. Su pasión era el teatro, su profesión, estar frente al público, los aplausos, las risas. Amaba a su recién adquirido esposo pero la verdad es que no se veía limpiando trastes ni atendiendo críos.

Justo ese día el vehículo desenfrenado de Joel viró contra la moto de la nobel actriz de apenas 25 años…Joel lo único que escuchaba era el sonido de las ambulancias, todo era turbio, nada encajaba con el nudo de su corbata. No quería comer, no quería pensar y menos recordar. Las mariposas en su estómago revoloteaban pero esta vez no eran por unas largas piernas; era la presencia de la muerte a su lado…era la tragedia tan cerca de su piel, respirándole justo al oído…

Con alboroto las enfermeras entraron a la sala de cuidados intensivos y le dieron la noticia que le heló por segundos la sangre, Amalia, la actriz, la ignota chica de 25 años, había sobrevivido sin mayores secuelas que varias heridas que sanarían en pocos meses.

En el día gris, con las lágrimas en los ojos, con la piel erizada, con las piernas temblando; Joel finalmente entró en la capilla del Hospital Central Cristóbal Aguerre, y oró…lloró y oró.

Comprendió lo minúsculo de su ser dentro del gran Universo. Entendió que siempre se haría la voluntad de su Creador, ese día gris y los tantos soleados que le esperaban por descubrir.

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Niña Lara

El corazón le latía con tanta fuerza que Lara tuvo que detenerse a pesar de la adrenalina y del miedo que la invadía. Evidentemente todo había pasado en un segundo y sin proponérselo pero no se arrepentía.

Se sentía tan viva, tan increíblemente libre que se contuvo en su entusiasmo para no despertar a su madrina.

Mañana seguro habría tiempo de preocuparse por interrogatorios y preguntas estúpidas hechas por polis jilipollas que se conforman con unos pocos duros al final de mes.

Hoy celebraría su triunfo sobre la vida poco prometedora de Lionel, al fin no tendría que aguantar sus órdenes e instrucciones. ¡El abuso al que había sido sometida desde los siete años finalmente había acabado! Estaba frenética y feliz sin culpas, sin dudas, sin nada que la atara a aquella figura gris y detestable de su padrino.

Súbitamente cayó en cuenta de la sangre esparcida por su cara, por el cuello. Se asqueó de ese olor podrido en su cuerpo. Abrió la ducha y su cuerpo sintió como se despojaba de veinte años de culpa, de temor, de confusión. Al salir, sonrió dulcemente, se contempló en el espejo satisfecha de su primera obra.

Le sonrió al afilado y ensangrentado cuchillo cubierto con la coagulada sangre de Lionel.

Sonrió, Lara, sonrió.